CONCISOS. Aforistas españoles contemporáneos, Miguel Ángel Arcas, Rafael Argullol, Carmen Canet, Miguel Catalán, Antonio Colinas, Jordi Doce, Eliana Dukelsky, Ramón Eder, Dionisia García, Sergio García Clemente, Ignacio Gómez de Liaño, Erika Martínez, León Molina, José Luis Morante, Manuel Neila, Andrés Neuman, Gemma Pellicer, Mario Pérez Antolín, Javier Sánchez Menénde, Vicente Verdú, Alicia Arés
El aforismo está viviendo un momento de esplendor en nuestro
país, y era imprescindible que una antología agrupara
a los escritores responsables del resurgir de un género
capaz de unir lo mejor de la literatura con lo mejor de la filosofía.
Los textos que aquí se seleccionan consiguen emocionar
y meditar al mismo tiempo sin andarse por las ramas, haciendo
gala de una concisión penetrante que abandona lo superfluo
para centrarse en lo primordial.
Estos veinte aforistas tienen una obra reconocida y admirada que,
desde diferentes enfoques, se ha convertido, por méritos
propios, en lectura obligatoria de aquellos que buscan en un libro
la lucidez y la belleza.
Con un tono más lírico o más reflexivo, con
una extensión que oscila desde la frase hasta el párrafo,
todos ellos forman la punta de lanza de un tipo de escritura en
ascenso: el aforismo.
Prólogo: En corto y por derecho.
POR CARLOS AGANZO
La fuerza de una buena máxima es tan grande, y se abraza
de tal manera a la intrincada raíz de nuestro pensamiento,
que con frecuencia la frase se termina independizando de su autor
mortal y pasa a formar parte del ideario colectivo con rango de
verdad perenne. Todo el mundo sabe, por ejemplo, aquello de que
«lo bueno, si breve, dos veces bueno». Pero ya son
algunos menos los que identifican esta máxima con el magín
de Baltasar Gracián. Y menos aún los que conocen
la sentencia completa, incluida en su Oráculo manual y
arte de prudencia, de 1647: «Lo bueno, si breve, dos veces
bueno. Y aun lo malo, si poco, no tan malo».
No sé si por bueno o por malo, pero lo cierto es que lo
breve se ha convertido en el signo de distinción de nuestro
tiempo. Cada segundo, cuatrillones de palabras van del corazón
al satélite y del satélite al cerebro palpitante,
portando su mensaje leve, sencillo, original incluso, aunque nos
llegue repetido a la enésima potencia. Cada yoctosegundo
(es un decir), el lenguaje se crea y se destruye ante nuestros
ojos; ojos atónitos y enfermos de mirar la pantalla; la
micro pantalla; la insoportable brevedad del ser, instantáneo
y perentorio, a la que nos condenan los así llamados teléfonos
inteligentes.
Es en este contexto de endiablada inmediatez en el que el viejo
aforismo, aquel que Hipócrates cultivó bajo juramento
para describir con precisión los síntomas y el diagnóstico
de las enfermedades, ha cobrado una fuerza literaria que nadie
era capaz de predecir. Quienes pensaban que lo extenso, lo facundo,
lo prolijo, lo discursivo y kilométrico iban a quedar para
la imprenta, mientras que lo corto, lo sucinto, lo conciso, lo
lacónico y telegráfico eran carne virtual de las
redes infinitas, se equivocaban. Se equivocaban porque hoy más
que nunca se hace necesario bajar a la tinta y al papel, al formato
del libro, algo, a ser posible lo mejor, de todo este torrente
incalculable de pensamientos y sentimientos que arrasan las aldeas
globales como un incendio universal.
Sentimientos y pensamientos, digo bien. Por no precisar más
y hablar de intuiciones y develaciones. Porque en la cosa del
aforismo uno nunca sabe dónde está el límite
entre lo uno y lo otro, siempre que se cumpla con la premisa de
la brevedad. Así, en corto y por derecho, en este libro
se dan cita los materiales concisos de veinte aforistas de pro.
Veinte voces en lengua española que representan lo más
granado de este género que somete las grandes verdades
del barquero a la más precisa maquinaria de expresión
verbal. Voces de ambos sexos, y de todas las generaciones con
especial grana, quizás, en los nacidos en los cincuenta
de la pasada centuria, en un abanico que da cuenta de que
la sed de concisión, por más que ahora defina el
gusto del hombre del siglo xxi, ha estado siempre presente de
una u otra manera entre nosotros.
«Un amigo es una conversación. En este mundo, casi
nada da más de sí», escribe en uno de los
aforismos de este libro Vicente Verdú. A modo de conversación,
de confidencia, de reflexión convivida, se van trenzando
una tras otra estas decenas de aforismos que brillan, nos deslumbran
y nos dejan después prendidos en el fulgor de una pequeña
gran verdad compartida con sus autores. Eso sí, de todo
hay en estos relámpagos verbales, como en las grandes fiestas
del lenguaje. Hay emociones y hay reflexiones. Hay carne de tuit
y relecturas de los clásicos. Hay diarismo, experimentación
y fragmentación. Hay mucha filosofía. Y sobre todo
mucha poesía, porque de todas las razones del hombre es
la razón poética la que con más holgura nos
conforma. Pues poetas son, el sentido más genuino de la
palabra, todos los pensadores que aquí se dan cita, desde
Dionisia García hasta Eliana Dukelsky, pasando por Vicente
Verdú, Antonio Colinas, Ignacio Gómez de Liaño,
Rafael Argullol, Manuel Neila, Ramón Eder, José
Luis Morante, Miguel Ángel Arcas, Carmen Canet, Miguel
Catalán, León Molina, Mario Pérez Antolín,
Jordi Doce, Gemma Pellicer, Sergio García Clemente, Andrés
Neuman, Javier Sánchez Menéndez y Erika Martínez.
Existe un buen número de definiciones de aforismo. Incluso
hay estudios que lo identifican y lo distinguen con claridad frente
a otros géneros breves de su misma familia; así,
dentro de la paremia, los adagios, refranes, axiomas, proverbios,
dialoguismos y hasta wellerismos que vienen a ser la réplica
anglosajona al sanchopanzismo español de toda la vida.
De ser, todos lo son: breves y chispeantes. Pero acaso podría
bastarnos para la ocasión con la definición que
en este libro nos ofrece el abulense, de El Bohodón, José
Luis Morante: «Un zumbido de avispas».
Como avispas nos pican en los ojos, al leer, y en la inteligencia,
al releer, cuando resuena por las cavernas del cerebro toda esta
maravillosa colección de aforismos, de «Materiales
concisos». Sólo un pero: dada la notoriedad de los
autores que concurren en esta cosecha, quizás antes que
de aforismos deberíamos hablar de apotegmas. Dicho sea
todo lo cual, que para espíritu tan liviano sobra y estorba
prolegómeno tan plúmbeo, con las propias palabras
de Dionisia García: «Adentrémonos en el camino
y algo se encontrará».