«Os invito a pasear por los poemas que
siguen y a no pasar por alto el último capítulo,
en el que se ha incluido algo inusual en un libro de versos: una
encuesta sobre cómo fue el primer beso de doscientas cincuenta
personas». LUIS ALBERTO DE CUENCA
Este libro es especial. Trata del beso.
Y un beso, ya se sabe, es capaz de todo. Es susceptible, como
toda reacción nuclear, de producir reacciones en cadena
de consecuencias imprevisibles. Un beso sirve tanto para reventar
conceptos, como para reventar familias. Y también para
hacer todo lo contrario. «He tenido muchos primeros besos,
y todos de verdad, así que me di cuenta de que la verdad
son muchas» dijo Kostia.
Pero si con todos los besos hay que tener sumo cuidado, con el
primero más. No quiere esto decir que, por lo que respecta
a otros besos, incluido el osculum infame, uno se pueda relajar.
Es solo que el primero es el primero, del mismo modo que ningún
pecado iguala al primer pecado, al pecado original. Por ello,
no te pierdas tampoco la encuesta sobre el primer beso, contenida
en este Besos de otros mundos, algo novedoso e inusual
en un libro de poemas.
COMO TODO LO DEMÁS
Voy por la ciudad, buscándote.
Calle tras calle, la misma historia.
Veo en las esquinas tus besos,
no veo tu nombre en la ciudad.
¿Es posible una ciudad sin nombre?
¿Es posible un beso sin rostro?
No eres más que aquella fractura
del pensamiento, aquella esquina
del corazón, aquel instante del delirio:
la ciudad, la calle, los besos,
ni más ni menos que todo lo demás.
EL BESO DE UNA VIDA
Es increíble cómo queremos llegar
a la vida, y cómo una vez en su balcón,
antes de tocar los labios de su barandilla,
ya nos vamos dando cuenta,
de que no es tan fácil llegar a ella,
pues sin saber cómo, ni por dónde,
van apareciendo barreras,
una tras otra, y la que ya parecía
que tocábamos con la yema de los dedos,
desaparece, se agranda y se multiplica.
Es todo un arte mantener la sed de llegar,
pues otra vez sin saber cómo ni por dónde
se va apagando el vuelo de las sensaciones,
y antes de que lleguemos a saciarnos, nos
volvemos a dar cuenta de que lo que va
quedando, no es, ni por asomo, lo que
andábamos buscando, y entonces, aquel
beso de la vida, que ansiábamos, estrangula
el aire, y da cuenta también del vuelo,
negándonos, incluso, haber volado.
José Félix Valdivieso
Nacido en Bruselas, dice que le gustaría
conocer todas las lenguas del mundo, para tener más sinónimos.
Ha probado unas cuantas, desde el griego clásico al chino,
pasando por el ruso, el japonés, y otras tantas de remotos
países, incluida la lengua de la calle, quizás la
más difícil, los grafitis.