Acaba de publicar en la editorial Cuadernos del Laberinto
"Historia
de España escrita para mis nietos", un recorrido por
los acontecimientos y personajes de la historia de nuestra nación.
¿Por qué va destinada a los nietos, es que opina que
actualmente se enseña mal esta asignatura en las escuelas?
Bueno, en realidad el libro
va dirigido no solo a mis ocho nietos sino a todos los nietos de España,
tal como reza en la dedicatoria. Y, para ser más exactos, diríamos
que también va dirigido a todos los mayores que tengan interés
en adentrarse más en la historia de España para explicársela
a los menores, ya que en los colegios apenas se hace.
El problema surge cuando en esta España actual en la que parece
haberse perdido el norte, la enseñanza de las nuevas técnicas
ha ido reduciendo el campo de otras materias, como la geografía,
historia, etcétera, bien aprovechada esta circunstancia por
los nacionalismos identitarios para avanzar en sus apetencias separatistas.
En este sentido resulta evidente el error del gobierno central al
dejar en manos de las comunidades autónomas, al menos en algunas
de ellas, la responsabilidad en estas materias.
Actualmente se está viviendo una gran polémica
con la cuestión de la enseñanza y las competencias de
cada comunidad en este campo ya que se establecen unos contenidos
y un tipo de enseñanza de la historia dependiendo de cada área
geográfica. Esta incongruencia está provocando una especie
de "Historia de España a la carta". ¿Cuáles
cree que son las consecuencias de este tipo de magisterio?
Esa posible "Historia
de España a la carta" en que cada cuál la explica
a modo y manera de lo que le conviene sin el respeto debido a la verdad
objetiva, en nada va ayudar a la lucha contra los nacionalismos exacerbados,
porque todos los que estamos acostumbrados a escribir sabemos las
mil maneras en que pueden explicarse las cosas. Dejar episodios sin
tratar o elevar el rango de aquellos otros que interesan más
son actitudes cada día más frecuentes. Incluso el sentido
que se le dé a una palabra puede provocar en el joven alumno
una percepción distorsionada de lo que se le enseña.
Evitar llamar a España por su nombre o a lo que está
más allá del Ebro Península Ibérica pueden
ser ejemplos de lo que queremos decir.
Sin ir más lejos hace unos días leí en un periódico
de gran difusión de Barcelona un trabajo de un conocido historiador
sobre las desventuras del conde de Urgell en su fallido levantamiento
contra Fernando de Antequera, que había sido elegido rey de
la Corona de Aragón en el Compromiso de Caspe de 1412. El historiador
explica con detalle la dureza de Fernando de Antequera que mantuvo
al conde de Urgell recluido por vida en el castillo de Jativa.
Al artículo titulado "Seis siglos de hegemonía
castellana", bien documentado y ameno, sólo le faltó
a mi entender recordar a los separatistas de hoy que la entronización
de la Casa de Castilla en la Corona de Aragón fue debida curiosamente
al voto dirimente del juez catalán Bernardo de Guelbes.
En "Historia
de España escrita para mis nietos" nos aporta una
cronología de la gran farsa de los movimientos nacionalista
que hoy se viven en el País Vasco y Cataluña. Respecto
a los primeros, por haber pertenecido Euskadi sucesivamente a los
reinos de Asturias, León y Castilla, sin haber tenido ni reyes
propios ni opción alguna para nombrarlos y, en cuanto a los
segundos, porque merced al compromiso matrimonial de Ramón
Berenguer IV con Doña Petronila de Aragón en el año
1137, trescientos años antes de que los Reyes Católicos
forjaran la Unidad de España, los condados de Barcelona ya
habían quedado definitivamente ahormados en la Corona de Aragón,
con la de Castilla el germen de la actual España. ¿Qué
opina de la situación actual de estos separatismos, la idea
del referéndum en Cataluña y el gran problema legal
que ha ocasionado la "Doctrina Parot" con la puesta en la
calle de los etarras?
En efecto, yo sostengo en
el libro que por diferentes razones ni en Euskadi ni en Cataluña
puede sostenerse la razonabilidad del separatismo, ya que con varios
siglos de fértil convivencia son infinitamente de más
peso las cosas que nos unen de las que nos separan, siendo claros
los antecedentes históricos que apuntan en la pregunta. En
todo caso, cualquier movimiento reivindicativo de los ciudadanos de
un territorio del tipo que sea tiene que llevarse a término
dentro de los límites de la Constitución.
Pero centrándonos en la llamada "doctrina Parot"
comenzaré por decir que bajo el velo del derecho lo que subyace
en el fondo es una cuestión política de gran envergadura
con consecuencias más bien imprevisibles.
Como hombre que vivo del derecho debo reconocer que los tribunales
de justicia tienen que ser respetuosos con el principio de la irretroactividad
de las normas penales, ello por un elemental principio de seguridad
jurídica.
Pero, dicho esto, me apresuro a añadir que como ciudadano de
a pie no soy capaz de entender cómo el juez español
-por cierto con una demostrada falta total de idoneidad para el cargo-
, no solo no planteó un voto de discrepancia contra la sentencia,
como lo hizo otro juez no español, sinó que, incluso,
se adherió con su voto a favor de la compensación económica
a la etarra.
Esto aparte, una cosa llama la atención: la celeridad con que
la Audiencia Nacional está poniendo en la calle a los etarras,
incluso sin esperar a conocer el criterio del Tribunal Supremo sobre
quién y cómo deben ejecutarse las sentencias. Y si,
a mayor abundamiento, le añadimos la falta de idoneidad del
juez español antes referida para ser juez del Tribunal de Derechos
Humanos, no es extraño que la gente saliera a la calle indignada
en apoyo de las víctimas del terrorismo, en este caso gravemente
maltratadas, sin olvidar, para cerrar la contestación a esta
pregunta, la injustificable tardanza del poder político (veinte
años desde la muerte de Franco) en endurecer las penas por
delitos de terrorismo que habían alcanzado en la Transición
unas cotas realmente preocupantes.
¿Qué episodio de la historia de España
considera los momentos más negros y los más brillantes?
Los más negros para
no remontarnos a tiempos más pretéritos, las dos Repúblicas,
a cada cual peor, separadas tan solo por una cincuentena de años
en los que con honrosas excepciones los políticos fueron los
culpables del retraso de España.
En cuanto a los más brillantes, sin duda alguna el descubrimiento
de América por Cristóbal Colón bajo el patrocinio
de los Reyes Católicos y el siglo XVI durante el reinado de
Felipe II.
¿Puede explicarnos el por qué y el desastre
de las dos Repúblicas?
Hijas del desorden y de la debilidad de los poderes políticos,
ambos alocados intentos de transformar España en algo nuevo
no podía salir bien, sobre todo si al frente de la institución
se sentaban unos líderes incompetentes como fueron en la Primera
República los federalistas Figueras y Pi i Margall y en la
Segunda el furibundo anticlerical Manuel Azaña.
En la primera, a cada esperpento le sucedía otro de mayor calibre
y así hasta que, por fortuna, el ensayo duraría muy
poco tiempo merced al levantamiento en Sagunto del general Martínez
Campos el 29 de diciembre de 1874 que derribó a un moribundo
gobierno que ya no se tenía en pie.
Ahí quedaba para insulto al sentido común el intento
de dividir España en 17 estados; la proliferación de
cantones como hongos; el linchamiento de los jefes por sus subordinados;
el insignificante personaje llamado Toñete apoderándose
de la escuadra surta el puerto de Cartagena; y para culminar esa serie
de barbaridades, al francés Carlos María de los Dolores
proclamando en Estella el Estado carlista.
La Segunda no le fue a la zaga en los despropósitos. Un irracional
enfrentamiento entre los españoles azuzados por malos políticos
nos llevó a la quema de iglesias y conventos con un gobierno
cruzado de brazos, sin mas razón que la de ser las iglesias
la casa del Señor; al asesinato de curas y monjas; a huelgas
salvajes; a insurrecciones militares, a la proclamación del
Estat Catalá en octubre de 1934 y, finalmente, a una guerra
civil que se saldaría con más de medio millón
de muertos, bajo la probabilidad de que el Frente Popular arrojara
España en brazos del expansionismo soviético.
En su opinión, cuáles cree que fueron los
momentos en que peligró más la entidad de España
como nación.
Para mí, los momentos en que peligró más
la entidad de España como nación fueron la invasión
napoleónica a principios del siglo XIX con un rey, Carlos IV,
abúlico y manejable hasta decir basta; y un hijo, el futuro
rey absolutista Fernando VII, capaz de vender a España por
un confortable futuro.
Y, sobre todo, un siglo antes, cuando al morir sin descendencia Carlos
II las potencias europeas se abalanzaron sobre España con todo
el ahínco, dando lugar a la guerra de Sucesión dirimida
en España y fuera de sus fronteras entre la Francia de Luís
XIV y los partidarios del archiduque Carlos de Austria; guerra que
se saldó instalando en el trono de España a un nieto
de Luís XIV, Felipe V, naciendo en España, sobre los
rescoldos de los Austrias, la dinastía de los Borbones.
Aunque es cierto que la guerra se saldó con la pérdida
de Gibraltar, Menorca (luego recuperada), la zona católica
de los Países Bajos y otros territorios, España logró
mantener la independencia, pues, como narro en el libro, para llegar
a este acuerdo, Francia tuvo que renunciar a sus derechos a la Corona
de España y Felipe V a los de Francia, con lo que la identidad
de España como nación se mantuvo incólume.
¿Está de
acuerdo con el dicho "Un país que ignora su historia está
condenado a repetirla?
Naturalmente que lo estoy
porque si desconoceremos lo que pasó (véase por ejemplo
las dos desdichadas Repúblicas) podemos caer en el error de
volver a las dos Españas enfrentadas.
Sin embargo, Vd plantea la pregunta de manera muy interesante, ya
que una cosa es no ignorar la historia y otra muy distinta querer
revivir enfrentamientos pasados, que es lo que al parecer pretende
la nueva izquierda con la llamada Memoria Histórica.
Historia
de España escrita para mis nietos Coleccción ANAQUEL DE HISTORIA, nº2 «Desde el origen de los tiempos los abuelos han asumido la responsabilidad de transmitir los conocimientos del grupo a sus nietos. A este empeño se dedica Antonio Velasco Garrido, que en este libro hace un interesante y ameno resumen de la historia de España. No es sólo una útil y accesible visión de nuestro devenir colectivo para sus descendientes, sino también, como bien dice el autor, una colección de instrumentos para defenderse de interesadas versiones de nuestro pasado generadas en los últimos años y con las que los nacionalistas identitarios nos agreden permanentemente. Se presenta así una aventura que va mas allá de lo estrictamente español y nos habla de la aventura del ser humano en su evolución hacia lo que ahora somos. Con un criterio divulgador muy conseguido introduce anécdotas, curiosidades y elementos de la intrahistoria asimismo importantes para la comprensión de la realidad.» (Alejo Vidal-Quadras) |