Ya Platón comprendió que lo divino no podía
ser algo personal; Aristóteles dotó a la divinidad de
la trascendencia, de la eternidad; y el cristianismo revolucionó
el concepto con el eje de amor como valor supremo. Justamente este
misterio del amor, es la base de su libro "EL
MAYOR MISTERIO, EL AMOR. Filosofía y Cristianismo".
Explíquenos brevemente qué pretendía desarrollar
en este tratado y cómo ha enlazado la idea del amor y la filosofía.
El libro no es un tratado sistemático
y erudito, sino un ensayo o reflexión personal sobre el amor
desde el cristianismo y con una mirada filosófica. Por eso,
lo que pueda faltarle de rigor lo gana en claridad y amenidad. Si
a cualquier persona le llama la atención el que el cristianismo
diga que Dios es amor, al filósofo esto le lleva a preguntarse
cuál pueda ser la razón en que se basa tal afirmación.
Porque -como Ud. muy bien sugiere- esto no podía planteárselo
ni Platón ni Aristóteles ni ningún otro que no
hubiera conocido el cristianismo. Pero, a partir de esa Revelación
de carácter sobrenatural, hay motivos para indagar la dimensión
racional de algo tan sorprendente como el que Dios sea Amor. El resultado
que tenemos es que, si por una parte, todo lo que existe en el universo
es contingente, es decir, no se ha dado la existencia a sí
mismo ni es eterno, y que, por muchas quejas que tengamos, es un bien
inmenso, el único que conocemos; por otra, el que seamos capaces
de concebir un bien mayor, un bien perfecto, ese ha de ser el Ser
que posee la existencia por sí mismo y del que proceden todos
los bienes. Ese Ser ha recibido el nombre de Dios. Y su acto de dar,
de crear, es un acto de amor, porque, como decía Maximiliano
Kolbe: "sólo el amor crea". El amor está presente
en todo lo bueno y positivo de este mundo. Tratar filosóficamente
del Bien es tratar del Amor.
En el libro desarrolla el tema de la diferencia entre
magia y ciencia. Es sorprendente que a estas alturas de desarrollo
científico y tecnológico la mente humana torne a la
magia como forma de dominar la realidad y el mundo. ¿Cómo
explica este anacronismo, este retroceso?
Desde una perspectiva de lo
material -pues no hay que olvidar que el ser humano es "cuerpo"-,
habría una explicación en lo que ahora se llama "neuroteología":
Hay que suponer que existe una parte del cerebro especializada en
la "creencia", que es el conocimiento de lo sobrenatural.
Cuando ese conocimiento no versa sobre una doctrina bien fundada,
no va a quedar vacío, se llenará de cualquier cosa,
aunque no sea realmente sobrenatural. Algo completamente disculpable
cuando otras partes de la mente no han llegado a un conocimiento científico
capaz de distinguir la ciencia de la creencia. Es el caso del hombre
primitivo, que creía que en las cumbres inaccesibles habitaban
los dioses. Su experiencia científica no había conquistado
esas cumbres. Hoy, que la ciencia lo abarca casi todo, aquellas personas
que no llenan su capacidad de creer con una sana doctrina, tienden
a ocuparla con las más absurdas supersticiones. Como decía
Chesterton: "Cuando se deja de creer en Dios se empieza a creer
en cualquier cosa".
¿La búsqueda de la felicidad ha de pasar por
el pensamiento científico?
La búsqueda
de la felicidad pasa por el conocimiento científico de dos
maneras: una racional teórica, para agotar las posibilidades
de felicidad que la razón -la filosofía- ofrece, que
es uno de los temas del libro; otra material práctica, que
son las posibilidades de "bienestar" que proporciona la
medicina, la economía y la política como ciencia del
bienestar social. Y más allá, cuando todo falla o se
agota, está el amor que, como decía S. Juan de la Cruz:
"ni cansa ni se cansa".
¿Es la maldad fruto de la ignorancia?
En la mayoría de los casos,
la maldad es fruto de la ignorancia, como creía Sócrates.
Verlo así resulta muy positivo, pues nos sirve para ser comprensivos
y para perdonar, y, también, para dar a la educación
la importancia que tiene. Pero ¿de quién es fruto la
ignorancia? De la maldad. Donde exista la maldad habrá un foco
dedicado a propagar la ignorancia, esa ignorancia capaz de invadir
el mundo con lo que Hannah Arendt llamó "la banalidad
del mal".
Explíquenos la relación entre idolatría
y narcisismo, ¿cómo se relacionan ambos conceptos?
La idolatría es el culto a lo que no es Dios, y
el narcisismo es el amor a uno mismo. El culto a Dios lo define muy
bien el pensamiento hebreo en la Biblia: "Amarás al Señor,
tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas
tus fuerzas". Pero el narcisista, aunque sólo se ame a
sí mismo, necesita verse reflejado en algo. Ese espejo son
los ídolos: el placer, el consumo, el dinero, el poder, el
reconocimiento. Los ídolos paganos reflejaban muy bien las
pasiones humanas, y el verdadero Dios necesita también verse
reflejado en algo para poder amarlo, necesita verse reflejado en el
prójimo, que nos hace salir de nosotros mismos, de nuestro
narcisismo. En el libro hay bastantes referencias al "narcisismo
patológico", por ser el más notable e insoportable
socialmente. Es consecuencia de un "yo" débil que
continuamente tiene que reafirmarse con referencias a sí mismo.
Esto puede llegar al extremo que Freud definió como "neurosis
narcisista", que es la psicosis. El narcisista patológico
logra el efecto contrario a lo que se propone, porque no sabe ser
egoísta. El narcisismo normal, el que todos tenemos en la medida
en que no somos unos santos, está basado en el principio: amo
para que me amen. El camino, por tanto, desde el narcisismo infantil,
pasando por el patológico y el normal, hasta la perfección
del amor, es muy largo; pero al final podremos decir: amo porque me
siento amado.
¿Es la filosofía una vuelta de tuerca eterna
a los conceptos de Platón?
Con Platón se llega a la cumbre en el planteamiento de
los interrogantes humanos sobre la realidad; no así a las soluciones
que hoy en día, -precisamente las platónicas- son muy
contestadas. Pero, en efecto, toda la filosofía está
expuesta en los diálogos platónicos y, además,
de manera muy bella. Aristóteles -mucho más difícil
de leer- sabe dar una respuesta científica a los problemas
filosóficos, sobre todo a los que plantea al mundo de la materia,
que está en continuo cambio. Pero es una solución de
lenguaje, un saber dar nombre a las cosas, como diría Juan
Ramón Jiménez. Sin embargo, el lenguaje siempre tiende
a agotarse culturalmente. Esa es la crisis del aristotelismo que ha
dado pie a una continua renovación de la filosofía.
Usted es licenciado en filosofía
y, como tal, ha impartido multitud de cursos. ¿Siente que la
sociedad busca respuestas, nota un interés creciente por la
filosofía? ¿Qué opinión le merece la despreocupación
de todos los planes de estudios por esta materia?
Mi actividad docente -mucho
más limitada de lo que se indica en su pregunta-me ha llevado
a la conclusión de que se está logrando el efecto buscado,
el de que el consumo sustituya al pensamiento. Vivimos en un sistema
que tiene como fin principal y económico el de promocionar
la producción y el consumo. La filosofía no es especialmente
el aspecto cultural más comercializable. Se ven los resultados
en el ambiente: no existen foros donde se fomente el diálogo,
sino, al contrario, lo rentable son los espectáculos violentos
y el enfrentamiento. Y las personas que no saben dialogar no saben
pensar, porque el pensamiento filosófico es un diálogo
con uno mismo, un diálogo en el que hay que superar prejuicios,
dentro -claro está- de un mínimo de postulados, pues
siempre hay que partir de alguna verdad. Los planes de estudio cada
vez resultan más insatisfactorios en el aspecto cultural, pues
lo que buscan son especialistas productivos. Esto lleva a que la inquietud
por la cultura experimente un desplazamiento biográfico: en
lugar de verse satisfecha en la juventud, se satisface en la madurez.
Por eso proliferan las llamadas "universidades de mayores":
¡Al fin el jubilado tiene tiempo y libertad para cultivar su
humanismo!
Actualmente los estudiantes de filosofía
son auténticos héroes, personajes que siguen su vocación
alejados de un mercado de trabajo que les da la espalda ¿Qué
consejos daría a los que se embarcan en esta carrera?
La filosofía como profesión
no tiene sentido, pues es, por definición, "amor a la
sabiduría". No ocurre lo mismo con la investigación
y la docencia. Pero el que estas actividades resulten rentables en
lo referente a la filosofía sólo se lo pueden permitir
países como Alemania. Al estudiante español de filosofía
hay que recordarle la situación de los antiguos filósofos:
o vivían de sus manos, o disfrutaban de un mecenazgo, o tenían
un patrimonio. Eso se traduce, en la práctica, en que hay que
ver la carrera de filosofía más como un complemento
cultural que como un medio de vida. Quiero terminar diciendo que,
de considerarme filósofo, solamente lo sería como pensador,
pues, desde el punto de vista académico y profesional, soy
muy limitado.
EL
MAYOR MISTERIO, EL AMOR. Filosofía y Cristianismo Coleccción ANAQUEL DE PENSAMIENTO, nº1 Desde la perspectiva del amor se analizan problemas tan actuales como el retorno del pensamiento mágico en Occidente, la búsqueda de la felicidad por la razón, el budismo, las utopías científicas... <<Más>> |