¿Cómo ha sido el proceso
de escritura de "Ni
un leve trazo"? ¿Tiene manías a la hora de enfrentarse
con el folio en blanco? ¿Quién es su lector cero,
esa persona de confianza que es la primera en leer sus poesías
para darle una opinión crítica?
El proceso creativo de "Ni un leve trazo" ha sido largo
(cerca de diez años). Mis poemas surgen a su tiempo, sin prisa,
tienen ritmo propio. A veces se gestan en varios borradores a partir
de una impresión, emoción o idea que me ronda, pero que
no acaba de materializarse. Otras veces brotan íntegros, cristalizados
en torno a las palabras y el tono que precisan. De un modo u otro, si
tuviera que dar una descripción gráfica de mi modus operandi,
sería el de una destiladera: por los orificios de la misma el
agua se va filtrando lentamente, cuajando en gotas que, cuando alcanzan
el punto crítico, caen al bernegal. Cada gota es un poema y,
fusionadas en el vientre del receptáculo, tal vez den lugar a
un poemario.
Manías con el folio en blanco no tengo. La verdad es que tampoco
suelo necesitar un entorno especial. Claro está que un espacio
poco frecuentado o en el que estar a solas, así como el silencio,
colaboran mucho en la germinación de un texto, pero hay ocasiones
en que este me asalta sorpresivamente, casi violento, y debe ser trasladado
de inmediato al papel. Quizá lo más próximo a esas
manías sea la de que para tomar apuntes prefiero
libretitas de bolsillo con hojas sin pautar.
Mi lector cero se reparte en varios: mi familia y dos o
tres personas estrechamente relacionadas con la literatura, tanto por
practicarla como por dedicar parte de su actividad profesional a su
enseñanza y a la crítica literaria. Por último,
diré que una vez que pongo el punto final a un conjunto de poemas
lo dejo descansar un tiempo. Procuro olvidarme de ellos algunos meses.
Cuando intuyo que ha sido suficiente, los rescato y releo. Es una saludable
estrategia para acabar de barnizarlos, verlos con cierta distancia crítica.
Zorrilla decía que la métrica
y la rima son las vestiduras regias de la poesía. ¿Qué
opinión le merecen en la actualidad?
Por todos es sabido que el fundamento del género lírico
desde sus inicios es la métrica, el ritmo y la rima. Cuanto se
escribiera fuera de estos parámetros no era catalogado o valorado
como perteneciente a él. Con el correr de los siglos las infinitas
mutaciones de las corrientes literarias aliviaron la rígida concepción
de lo poético en su forma (también en su fondo) y, sin
embargo, no se ha dejado, por ello, de hacer muy buena poesía.
Dicho esto, soy de la opinión de que si uno adquiere un compromiso
con el oficio literario debería conocer las herramientas que
tiene entre las manos. ¿Acaso un carpintero no sabe nombrar y
utilizar aquello con lo que trabaja para darle forma a la madera?, ¿una
arquitecta levanta un edificio desconociendo los materiales, sus peculiaridades?
Ambas preguntas se responden solas. Ahora bien, puede ser que en un
momento dado uno y otra sientan que quieren hacer algo distinto. Llegado
el caso, precisamente porque conocen las entrañas y herramientas
de su oficio, justo porque han evolucionado son capaces de quebrar las
reglas para concebir algo nuevo. El quid de la cuestión reside
en que son conscientes de qué hacen y por qué lo hacen.
A mi juicio, hay que conocer las normas, los instrumentos; luego, si
surge el deseo o la necesidad, superarlos.
En lo que a mí respecta, escribir una porción no pequeña
de mis textos (tanto del actual poemario como de los anteriores) empleando
el soneto o la décima (mis preferidos) no solo me ha reportado
un gran disfrute el motivo primero por el que los he empleado-,
sino que me ha permitido desarrollar la capacidad de sintetizar mi pensamiento
en el momento de verterlo en el folio, condensándolo para no
perderme en una selva de palabras. El poema se me presenta cuando quiere,
cierto; pero yo decido qué vestido le pongo. Añado que
jamás he sentido que utilizar metro o rima me frenen o encarcelen:
hasta la fecha cuanto he expresado ha sido lo que he querido expresar,
ni más ni menos. Por otra parte, ejercitar la síntesis
antedicha me ha resultado de gran utilidad cuando he considerado que
el verso libre o el verso blanco es lo que conviene a la encarnación
de una idea porque ha evitado que me desnorte en ese bosque de letras.
Resulta inevitable no fijarse en la
poderosísima y bella cubierta, que encaja como un guante con
el poemario.
Cierto. Estoy francamente contento con la labor diseñadora
de la editorial Cuadernos del Laberinto. Poderosa y bella
son los adjetivos apropiados, no tengo duda. Capta con nitidez la triple
temática que orbito: la vida, el amor y la muerte, que tal y
como se dice en la contraportada son las tres heridas de las que habló
Miguel Hernández -que, en el fondo, son las de todos, como seres
humanos que somos-. Asimismo, creo apreciar en el dibujo inspiración
en las ilustraciones medievales; aún más, me parece adivinar
un guiño concreto al género de la Danza de la Muerte.
Por otro lado, el cromatismo elegido (rojo y negro) da un vigor indiscutible.
¿Cómo definiría
en cinco palabras su estilo poético?
En lugar de definirlo con cinco palabras, creo que sería
más certero si me limito a responder que considero que mi estilo
es sencillo, en tanto que hago por escribir en un tono cotidiano que
se acerque cuanto pueda al conversacional. Los recursos literarios,
los tropos, los uso allí donde percibo que el poema lo pide.
Generalmente, a medida que el relato poético se desenvuelve su
propio discurrir va sugiriendo en qué palabras convertirse y,
a su vez, cómo combinarlas y qué herramientas utilizar
para que traduzcan lo que bulle adentro.
Pessoa decía que «la vida
no basta, y por eso existe la literatura». ¿Cuáles
son los motivos por lo que siente usted esa necesidad de escribir?
Tanto la lectura como la escritura multiplican nuestras posibles
versiones existenciales. Asimismo, los textos sobreviven a quien los
concibe, de forma que se alcanza una especie de inmortalidad. Ya que
la vida no basta, la literatura nos extiende en el tiempo
y en el espacio.
Uno escribe, en fin, porque es su modo de ser y de estar en el mundo;
es la forma en la que trato de contármelo o de explicármelo.
Citando a Machado, la creación literaria me permite conversar
con el hombre que siempre va conmigo, o sea, con el individuo
particular que soy y que, al mismo tiempo, pertenece a una especie con
la que comparte estremecimientos, fulguraciones, goces, penas, dudas,
miedos, preguntas y vértigos de manera indisoluble.
Recomiéndenos un poemario que
le haya deslumbrado últimamente y otro que sea su libro de cabecera.
Aun a riesgo de dejarme por el camino a muchos, recomendaría
el poemario Ironía Naturae, de Nieves Delgado, así
como cualquiera de los libros de Acerina Cruz, ambas de Gran Canaria.
De cabecera tengo más de uno, pero no libros, sino universos
poéticos: el de Jorge Luis Borges, Wislawa Szymborska, Francisco
Brines y Manuel Díaz Martínez (recientemente fallecido,
que me honró con su generosa amistad y su impagable magisterio).
A ellos regreso asiduamente como debe hacerse con toda buena literatura
porque encuentro ética, estética, hondura reflexiva, metafísica,
referencias en tonos y temas, emociones, sentimientos y pensamientos
que apelan a mi condición humana. La poesía de estos escritores
es universal. Esa la que me interesa.
Puestos a hablar de deslumbramientos (porque no solo de versos vive
uno), Irene Vallejo es uno de ellos. Recorre con la facilidad de una
caricia el ensayo, el artículo y la novela. La erudición
de su verbo posee la música y el ritmo de la poesía, el
color de los sentimientos y una humanidad que a nadie deja indiferente.
¿Qué le ofrece la poesía
en comparación con la narrativa?
Es que, en mi humilde opinión, resulta que la poesía
también está en la narrativa, al menos en cierto tipo.
Uno puede leer versos carentes de poesía, y, a continuación,
una novela o un texto prosístico rebosante de lirismo. No es
el qué se dice sino el cómo. Yo, en particular, me he
decantado por la expresión poética en verso porque me
encuentro cómodo, a gusto en ella; noto que así me comunico
mejor. Sin embargo, cuando escojo la prosa soy el mismo que un rato
antes ha pergeñado una estrofa.
¿Con qué personaje histórico
se iría de cañas?
¡Qué complicado! La historia de la humanidad rebosa
tantos hombres y mujeres de mentes y espíritus brillantes que
no es en absoluto fácil. Ya que no me alcanzaría para
invitarlos a todos a tomar café o cerveza, me quedaría
con la polímata Hildegarda de Bingen, un personaje de dimensión
cultural sobresaliente que conocí leyendo Las olvidadas: una
historia de mujeres creadoras, de Ángeles Caso. Con el resto
ya iría ajustando agendas y reservando mesa.
¿Cómo definiría
la felicidad?
La definiría como un estado íntimo de tranquilidad
y equilibrio en el que las emociones positivas superan a las negativas.
Enero, 2024
Ni un leve trazo
David Pulido Suárez
<<FNAC>>
<<AGAPEA>>
<<AMAZON>>
<<EL CORTE INGLÉS>
Coleccción Anaquel de Poesía, nº 134
I.S.B.N: 978-84-18997-45-7
40 páginas 14,00€
David Pulido Suárez da fe de las tres heridas hernandianas con las que se viene al mundo (la de la vida, la del amor, la de la muerte), asumiéndolas, integrándolas en su experiencia, reflexionando sobre su naturaleza inexorable.... <<Más>>