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Entrevistas: FÉLIX ÁNGEL MORENO RUIZ
En el silencio de la madrugada, mientras escribo, todas las preocupaciones del mundo exterior desaparecen, solo soy yo y mis personajes.
Félix Ángel Moreno Ruiz


— ¿Qué le impulsa a escribir y enfrentarse al folio en blanco?
— Ante todo, pasar un rato agradable y disfrutar durante unas horas de la quietud, del sosiego que conlleva el proceso de creación. Por circunstancias laborales y familiares, únicamente puedo escribir por la noche. En el silencio de la madrugada, mientras escribo, todas las preocupaciones del mundo exterior desaparecen, solo soy yo y mis personajes, y el tiempo pasa, pasa, sin darme cuenta.

— ¿Qué hay en su novela de novela negra y qué hay de policial?
— La trama que transcurre en Córdoba es más policíaca porque hay un crimen con varios sospechosos que tienen motivos y ocasión para cometerlo. El lector deber ir descartando o eligiendo al asesino a partir de las pistas (y trampas) que van apareciendo.

Pero Un revólver en la maleta es también, en cierta medida, una novela negra, entendida esta como un género que indaga sobre los aspectos sociológicos y patológicos del crimen, sobre el origen y las causas de la violencia, y que realiza una crítica de la sociedad de la que el criminal forma parte. En este sentido, he pretendido que el lector reflexione, especialmente en la trama que transcurre en Madrid, sobre temas intemporales y desgraciadamente en boga en la actualidad como son la corrupción y la impunidad con la que actúan las personas que se amparan en el poder para cometer delitos. En la trama de Córdoba también abordo los prejuicios sociales de una sociedad cerrada y opresora, dominada por la hipocresía y dividida en castas sociales. Influido por la mirada escéptica y compasiva de Galdós, por la Córdoba que describo desfilan personajes de toda clase y condición, con sus miserias y grandezas, en una visión en ocasiones nada amable.

— ¿Qué diferencias encuentra entre las novelas negras escritas en España con las del extranjero?
— Todas las novelas negras, vengan de donde vengan, coinciden en la utilización del misterio, de la intriga, de la reflexión sobre el crimen y sus motivos, de la crítica social… Luego cada país, cada cultura añade sus rasgos diferenciadores.

Así, la novela de los países nórdicos presenta, como nota característica y más atractiva, una sociedad culta, educada, avanzada socialmente, de gran desarrollo económico, pero que, cuando se indaga en ella de forma más profunda, muestra las mismas miserias, la misma violencia, las mismas preocupaciones que otras sociedades en apariencia menos desarrolladas.

La nueva narrativa negra hispanoamericana, sobre todo la mexicana, llama la atención por la violencia de los crímenes que retrata y sus causas: el narcotráfico, los grupos paramilitares, la corrupción política.

En el caso de España, a pesar de la diversidad de temática y de autores que existen en la actualidad, hay también algunos rasgos característicos como un cierto costumbrismo de gran tradición en la narrativa hispana y la presencia de una marginalidad muy típica de nuestro país.

— ¿A qué atribuye el actual éxito de la novela negra?
— La novela negra lo tiene todo: argumento, intriga, personajes interesantes y variados, complejidad narrativa... Es, por tanto, un género muy atrayente para el lector que, ante todo y por encima de todo, desea pasar un buen rato leyendo un libro y olvidarse de sus problemas personales mientras dure la lectura sin más pretensiones literarias. Pero, además, ofrece una reflexión sobre los aspectos más oscuros del ser humano y de la sociedad en la que está inmerso, y acerca al lector a seres malvados, perversos o desgraciados que atraen sin remedio (ese lado oscuro que toda persona lleva dentro).

Por otra parte, el triunfo del género negro en época de crisis no es casual. La gran novela negra americana, la de Dashiell Hammett, la de Raymond Chandler, surge tras la Gran Depresión posterior al crack de 1929. Eran años oscuros, como los que estamos viviendo en este momento.

— En su novela "Un revólver en la maleta" las descripciones de la época, de las calles, utensilios, alimentos… son detalladas ¿cuánto supuso eso de estudio y documentación?
— Mi pretensión no ha sido escribir una novela histórica, sino, simplemente, ambientarla en una época, que el lector perciba "el aroma" de los primeros años del siglo XX y sienta como verosímil la historia que está leyendo. La búsqueda del asesino lleva al inspector Homero y su ayudante Pedro a recorrer las calles de una Córdoba que sale de su largo letargo de siglos y abandona la condición de pueblo grande para convertirse, poco a poco, en una urbe moderna. Son los años de los primeros vehículos a motor, de los primeros ascensores, de los primeros edificios funcionales y modernistas que se construyen en la ciudad, la cual aparece reflejada en la novela a través de sus calles emblemáticas como la calle Almonas, de sus iglesias (San Andrés, San Miguel y, por supuesto, San Lorenzo), de la plaza de abastos de La Corredera, del reñidero de gallos, del cementerio de La Salud, de Las Ermitas, del hotel Suizo, del Ayuntamiento, del Círculo de la Amistad, del Gran Teatro, del Coso de Los Tejares, de la Audiencia, de El Círculo de Labradores….

Por otra parte, hay también en la novela un recorrido sentimental por las costumbres y por la gastronomía de una época, por los botijos de Salvatierra de Los Barros, por la toquilla los días de frío echada sobre la espalda, por la copitas de Pedro Ximénez o de Machaquito, por el ajo blanco y el gazpacho molinero, por los embutidos y el jamón de Los Pedroches, por las tortas de oveja merina de La Serena, por los roscos fritos…

Toda esta ambientación, para que sea verosímil, exige una labor previa de documentación. En este sentido, he acudido tanto a las fuentes escritas (planos de la época, novelas, libros de Historia, los imprescindibles Paseos por Córdoba de Ramírez de Arellano,…) como a las orales. Y aquí me gustaría hacer mención a la ayuda inestimable prestada por dos personas. Una es Gloria Cuenca Ojeda, fallecida recientemente y maestra de profesión. Era una cordobesa culta, nacida en la calle Almonas, con un gran amor por su ciudad, de la que conocía numerosas anécdotas que ella había vivido o que le habían contado sus mayores. Era una memoria viva de una época pasada. La otra persona es mi madre, Eloísa Ruiz Arroyo, quien también me ha aportado mucho material sobre las costumbres y la gastronomía de aquella época, sobre todo de Los Pedroches, su tierra.

— ¿Es el inspector Homero un homenaje velado a Hercules Poirot y por lo tanto a su creadora Agatha Christie?
Un revólver en la maleta realiza numerosos guiños a la novela policíaca clásica, especialmente en la trama de Córdoba, con la presencia de un abanico variado y abierto de sospechosos que tienen motivos y oportunidades para cometer el crimen. El lector amante de la novela policíaca va a encontrar abundantes referencias y pequeños homenajes a esta literatura de género. Un ejemplo es el nombre del inspector protagonista, Homero Pérez, cuyas iniciales coinciden con las del famoso detective belga ideado por Agatha Christie. Sin embargo, no voy a ser yo el que desvele aquí y ahora estos pequeños misterios y juegos literarios. Dejo al lector interesado que los busque por sí mismo.

-¿Qué diferencias encuentra entre las novelas negras escritas en España con las del extranjero?
— Todos hemos aprendido de los grandes maestros ingleses, americanos, franceses y ahora escandinavos también, pero son más de un patrón de thriller cinematográfico y detectives clásicos, que no encajan exactamente en el sistema policial español y que por eso en el fondo nos resultan un tanto distantes y fríos. Por eso los grandes del género en España buscaron singularizarse para encontrar su voz, y es necesario hacerlo con tanta competencia. Por ejemplo Manuel Vázquez Montalbán no imitó a Dashiell Hammett o a Raymond Chandler, ingenió un Carvalho gallego que vivía en la Barcelona gótica y tenía gustos culinarios mediterráneos. Y por citar solo otro caso, Francisco García Pavón ideó nada menos que el jefe de la policía municipal de Tomelloso, casado y con una hija, manchego total, y con un alias tan romano visigodo como "Plinio". Hay que singularizarse, es la cuestión, para llegar a los lectores españoles.

— ¿Planificó la trama desde el principio?
— Sí. La idea de la novela surgió, poco a poco, en mi cabeza. Poco a poco fui configurando los personajes, la trama, tomé algunos apuntes y comencé a documentarme para ambientarla adecuadamente a principios del siglo XX. Cuando consideré que tenía entidad para convertirse en un libro, pasé a su planificación. Durante, aproximadamente, dos meses, diseñé las dos tramas y creé una especie de guion de cada uno de los fragmentos. Al tratarse de una novela policíaca en la que hay varios sospechosos y pistas falsas, hay que procurar que todo encaje. Finalmente, cuando todo estaba planificado, pasé a la redacción de la novela. En este proceso realicé cambios de escenas, algunos personajes tomaron mayor entidad de la inicial y otros, al contrario, perdieron peso.

— Su forma de escribir le vincula con los autores clásicos del género ¿Cuáles son los autores que le han influido más?
— Como he indicado anteriormente, la trama ambientada en Córdoba es un homenaje a los clásicos, sobre todo a la genial Agatha Chiristie, a Conan Doyle, a Chesterton, a Edgar Wallace. En el libro el lector encontrará numerosos guiños y referencias a la primera época de la novela policíaca y a los narradores españoles de finales de siglo (Galdós, Baroja), pero a la hora de escribirla soy deudor de todas mis lecturas, aunque yo no sea consciente.

En la trama que transcurre en Madrid el lector encontrará influencias de Valle Inclán y de Eduardo Mendoza, especialmente el de las novelas ambientadas en la Barcelona de principios de siglo.

La forma de contar la historia con cierta complejidad, dividiéndola en dos tramas que transcurren paralelas con fragmentos intercalados, y las técnicas narrativas empleadas han sido aprendidas de los grandes maestros de los sesenta y de los setenta del siglo pasado: Mendoza, Vargas Llosa, Juan Marsé, Luis Martín Santos,…
Por último, no podría olvidar a Homero y La Odisea, cuya lectura me marcó desde la adolescencia y que tan presente está en la novela.

— ¿Qué aconsejaría a los jóvenes que empiezan a escribir?
— En primer lugar, la humildad. Por muy bien que haga uno las cosas (o que piense que las hace), debe tener en cuenta que siempre hay algo que aprender de los demás. La prepotencia (un vicio muy literario) no es buena compañera de viaje.

Por supuesto, que lean y lean, porque la lectura permite adquirir cultura literaria, aprender las técnicas del oficio y enriquecerse con el estilo de otros escritores.

Por último, que escriban siempre por el placer de hacerlo, nunca por lo que esperan conseguir porque, entonces, la escritura se convertirá, tarde o temprano, en una servidumbre.

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