¿Qué
le ofrece la poesía que no le da la narrativa?
En la literatura he
buscado, como en todas las cosas, fundamentalmente placer. La poesía
lírica ha sido para mí el modo más libre de acercarme
con palabras a lo inexplicable, lo insondable. La narrativa vuela,
habitualmente, más pegada a lo figurativo, y cuando no lo hace
se transforma por lo general en poesía o en algo muy parecido.
Pero he usado ambas para bucear dentro de mí, en mi experiencia
del mundo y tratar de conocerme, conocer mi parcela del mundo, con
la intención de sentirme lo mejor posible. Tanto en la creación
de toda clase de literatura (incluiremos el teatro y el ensayo y lo
que haya que incluir) como en su recepción he disfrutado de
un gran placer, a veces inmenso, raramente ninguno.
En su caso, ¿es
la fotografía una continuidad de la palabra escrita?
O viceversa. La fotografía,
la música, la pintura
son caras de una misma experiencia
estética. Gozar la belleza y preservarla y compartirla en la
medida en que es posible. Creo que todo se resume en esto.
Habla por
hablar, escribe por escribir
¿No hay segundas intenciones?
Y terceras. Pero desconfío
de las capacidades de todas esas intenciones. No dejo, sin embargo,
por esto, de practicar; y hablo y escribo como si valiera para algo;
sin remedio. Soy un ser humano (mientras no se demuestre lo contrario)
y me va la vida en ello. Pero también me va en dormir, en comer,
defecar, desplazarme
Sobre todo en sonreír, a menudo
sin mover un solo músculo facial, ante el maravilloso espectáculo
del mundo, que, con excesiva frecuencia, de manera simultánea
o alternativa, me pudre por dentro de llanto y deseos de desaparición.
Yo anhelo
sobrepasar ese límite / pero crece conmigo
¿Sigue siendo el amor la fuente de salvación del alma
humana?
El amor lo es todo.
Amor en sentido global. Hasta el odio y la tristeza son manifestaciones
de amor. En ese sentido el amor es condición inevitable de
todo lo que no está muerto. Hablo de ese deseo que motiva a
cada célula, que nos lleva a crecer o decrecer, a mutar, a
evolucionar, a avanzar siempre aunque en algún momento nos
parezca retroceder. Si la pregunta se refiere a algún tipo
de amor en concreto, al eros o al hambre de poder, la respuesta problablemente
sería otra. Además, yo no creo en la "salvación
del alma humana". El hombre debe sacar de sí su mejor
yo, que diría el poeta, y ese yo incluye, en mi concepción
del mundo, al otro, al uni-verso. Eso es amor. Ha de
empezar por el conocimiento y el respeto de uno mismo, y expandirse
(como una consecuencia lógica). Por ese motivo utilizo en mi
último poemario, aún inédito, el concepto de
yosotros, que me resulta muy sugerente. Pero, por otro
lado, el amor también tiene su lado oscuro, como todo; muy
oscuro. En nombre del amor se manipula, se enferma, se asesina
En esos casos sería mejor sin duda no amar. Así que
desconozco la respuesta. Esa respuesta unívoca que a algunos
o algunas satisfaría.
¿Qué
tiene en contra de los signos de puntuación?
Jajajaja
Nada.
Nada de nada. De hecho, pretendo ser enormemente meticuloso con ellos:
cuando los pongo y cuando no. En una buena parte de mis poemas no
los utilizo porque tengo la sensación de estar produciendo
un discurso más allá de lo gramatical, un discurso que
además arranca de un antes y se pierde en un después
que no abarco en su totalidad. Igualmente me permite la no puntuación
trabajar con la disposición del texto en el espacio para sugerir
pausas que sean a la vez ruptura y vínculo, de modo que el
mensaje crece, se esponja, explota al máximo esa cualidad natural
del mismo que me fascina: la polisemia o polifonía (como lo
llamaba una buena profesora mía en la universidad).
¿Qué
le vincula con Frankenstein?
Un libro desigual
(el mío de Cien años de Frankenstein, producto
de una cinefilia temprana, no el de Mary Shelley, de un extraordinario
valor) y la rebelión de la criatura singular contra su supuesto
creador.
¿Cómo
es su proceso de escritura?
Continuo. Sin pausa
y también sin pauta. Escribo en cualquier momento y en cualquier
lugar. Suelo llevar una libreta para anotaciones, pero también
escribo directamente sobre el ordenador (como antes lo hacía
sobre la máquina de escribir). Paso y repaso a limpio esa primera
redacción todo lo que sea necesario hasta que el texto me satisface.
Lo que no me satisface lo tiro. Por supuesto, no todo lo escrito me
satisface por igual. Pero es fundamental que un texto me dé
la sensación de que aporta, de que me aporta en primer lugar
a mí algo, para que su persistencia, su pervivencia tenga sentido.
Y trato de que mi literatura evolucione, tanto en su forma como en
sus interioridades. Busco instintivamente que un poemario no sea como
el anterior. Abro puertas, derribo muros, corro riesgos
A veces
el riesgo es revisitar la poesía clásica, otras supone
investigar con el puro sonido; o la antipoesía; o la escritura
automática. Ninguna manifestación literaria me es ajena.
Hay tanto que aprender
Por último
nos gustaría que nos confesase cuál es el libro de poesía
ajeno que casi se sabe de memoria, ese que se lee y relee siempre.
Mi desastrosa memoria
me impide recordar versos ajenos y propios. Y eso que lo he intentado.
Algún verso suelto ha acabado en el saco roto de mi cabeza:
"serán ceniza, mas tendrán sentido; polvo serán,
mas polvo enamorado", de Quevedo; o los nerudianos "Para
que tú me oigas mis palabras se adelgazan a veces", o
"Se querían. Sufrían por la luz, labios azules
en la madrugada, labios saliendo de la noche dura", de Aleixandre.
A ellos, y a muchos muchos otros, vuelvo cuando estoy cansado de probar
y necesito un momento de intensidad emocional garantizado.