¿Qué es lo que los lectores
de "Volver
a levantarse" van a encontrarse?
Van a encontrarse con el relato de mi vida que hasta se puede
considerar como una novela, una vida que, iniciada cuando había
una guerra mundial contra el nazismo y el fascismo, ha transcurrido
tanto en España como en el extranjero mientras en Europa se temía
que prevaleciera una URSS imperialista con su comunismo y en España
se deseaba, y se consiguió, pasar de una dictadura a una democracia.
Unos tiempos interesantes. Digo una novela porque los que no me conocen
podrían considerarlo como un relato de ficción con un
personaje principal que se llamaría como yo.
¿Cómo ha sido el proceso
de la escritura, ¿ha llevado un diario durante toda su vida?
En términos generales ha sido un ejercicio de ir recordando
el desarrollo de mi vida para narrarlo a los que podrían interesarla,
esencialmente mi familia y mis amigos, sin perjuicio de otras personas.
Nacido en El Cairo, educado en Bruselas
y Madrid y con destinos como Washington, Londres, Argel o la OTAN. ¿Qué
ciudad recuerda con más añoranza?
De El Cairo me marché con apenas tres años. Bruselas
es muy importante para mí. Ha sido la ciudad de mi infancia,
adolescencia y parte de mi juventud para luego volver ya en edad adulta
para reuniones en la OTAN o en la Unión Europea y luego vivir
allí dos veces como Embajador-Representante Permanente de España
en la OTAN un total de nueve años. En cierto modo, eso me ha
hecho medio belga y ello me satisface mucho. En Washington fue la primera
vez que viví solo y mi primer destino fuera. Me casé con
mi primera mujer y madre de mis dos hijas. He de decir que me adapté
muy bien al estilo de vida americano. Tengo un gran recuerdo de esa
ciudad. Argel fue un lugar donde conocí de cerca el llamado "Tercer
Mundo" y, en este caso, enfeudado a Moscú por puro antiamericanismo.
Una experiencia conveniente. Londres es una ciudad mágica, capital
de un país que vive sus tradiciones en el presente mientras concibe
el futuro científica y tecnológicamente. No se duermen
en sus laureles, aunque es una pena que se salieran de la Unión
Europea. Ginebra fue para mí y mi segunda esposa un refugio donde
aprendimos a volver a sonreír a pesar de importantes dificultades
de carácter familiar. Madrid es mi ciudad de adopción,
donde están mis familiares y muchos amigos, una ciudad magnífica,
abierta a todos, que disfruto y, además, tengo la fortuna de
ser del Real Madrid.
¿Los primeros capítulos
sobre su niñez, sus antepasados y la familia, las casas que habitó
y los viajes son entretenidísimos y el lector se hace una idea
clara de la época. ¿Qué episodio de la historia
de España considera los momentos más negros y los más
brillantes?
Tras la Transición los momentos más negros han sido
el intento de Golpe de Estado del 23-F, el atentado islamista del 11-M,
así como los años de los atentados de ETA. El más
brillante ha sido el de la adopción de nuestra Constitución
de 1978 que nos ha traído décadas de prosperidad en libertad
y que me parece actualmente en peligro. El ingreso en la Unión
Europea y en la Alianza Atlántica significaron la vuelta de España
a su lugar natural en el mundo europeo y occidental si bien parece que
todavía quedan Pirineos por seguir rebajando.
El libro es también una historia
del automovilismo ya que va guiando al lector por el tiempo gracias
a un elemento tan fascinante como los coches que ha poseído,
desde el Renault Dauphine de su madre hasta el Daimler que le gustaba
a la Reina Sofía y que tenían en Londres, pasando por
el Volvo que le dejó tirado en Washington. ¿Cómo
es esta relación con los vehículos y cuál echa
de menos?
Los automóviles son una manera de ver como transcurre el
tiempo pues siguen la evolución tecnológica. En este sentido
los museos de coches antiguos son interesantes porque los automóviles
están incorporados a nuestra vida diaria y contemplándolos
se percibe el paso de los años y su relación con los acontecimientos
históricos. No he llegado, sin embargo, aún al coche eléctrico,
ya en mi ámbito particular. Me gusta conducir en ciudad y prefiero
viajar por carretera. Digo que sales cuando quieres, llegas cuando puedes,
te paras donde te conviene y las maletas las metes y sacas del maletero
una sola vez. He disfrutado de todos mis coches y, salvo el Volvo, todos
han sido adorados por mí porque representaron siempre una libertad
de movimiento para descubrir nuevas ciudades, conocer países
y gente.
¿Cómo vivió la
Transición?
Con confianza. No pensé nunca que no lograríamos
establecer nuestra democracia sin perjuicio de los peligros y dificultades
que acecharon el tránsito de la dictadura a la democracia. Casi
estoy más preocupado ahora en la que me parece que nuevas generaciones
no han aprendido las lecciones del pasado, ni del español, del
europeo, o del mundial. Nuestro sistema educativo es malo y no veo que
se le ponga remedio.
En su opinión, cuáles
cree que fueron los momentos en que peligró más la entidad
de España como nación.
En la Transición se llegaron a pactos sensatos con las
fuerzas más centrifugas: Autonomías, pero no independencias.
Sin embargo, en ciertas regiones han renegado de sus compromisos y creo
que hoy en día es cuando más en peligro está la
unidad de España y nuestra Constitución. Me preocupa ver
como demasiados políticos y políticas de baja calidad
rechazan actuar como hombres o mujeres de Estado. Podríamos llegar
a pagar un alto precio por estos egoísmos y cortoplacismos.
Durante todo el libro se pone de manifiesto
su amistad y admiración por Felipe González. ¿Qué
destacaría de él?
Su mayor calidad es, además de ser un demócrata,
un gran sentido común a lo que une una voluntad de justicia social,
paciencia histórica y la convicción de que España
solo puede tener éxito enmarcada a la vez en tres organizaciones
internacionales esenciales: la ONU, la Unión Europea y la Alianza
Atlántica. No en una u otra según conveniencias del momento.
España es europea, mediterránea, atlántica, occidental
y, consecuentemente, atlantista, sin perjuicio de una vinculación
especial con América latina y una cercanía africana. Además,
Asia está cada vez más a la vuelta de la esquina. El Atlántico
Norte es el "Mare Nostrum" de hoy en día para nosotros,
para Europa, EEUU y Canadá. González, pienso yo, lo sabe
muy bien. Por otra parte, conmigo se ha comportado magníficamente,
dándome repetidas oportunidades, buenos consejos y ayuda en algún
momento muy difícil para mí. Mejor que un amigo. Pero
también es en mi opinión el mejor político que
ha tenido España sin perjuicio de la gran contribución
de Adolfo Suarez a la Transición. Yo siempre me he sentido identificado
con Gonzalez casi al 100% y hoy en día también comparto
sus opiniones políticas sobre España al igual que Alfonso
Guerra o Nicolas Redondo.
En "Volver a levantarse"
aparecen personajes con los que trató, importantísimos
en la historia, como son el Rey Juan Carlos, la Reina Isabel II, Felipe
González, Solana, Bush, Mitterrand, Narcís Serra
Puede decirse que ha tenido una vida apasionante al alcance de muy pocos.
Decirlo así es una gran exageración, aunque les
he visto de cerca, los citados y otros, y de todos he aprendido algo,
cosas por copiar o por no hacer. Con todos he intentado tener una actitud
constructiva y a los que han sido mis jefes les he ayudado con todas
mis fuerzas diciéndoles siempre lo que yo pensaba incluso si
no les gustaba oírlo. La verdadera lealtad puede llevar a no
seguir la corriente del "Jefe", el que sea. No he dudado en
aconsejar bien incluso a los que me han dado patadas. Los más
inteligentes han sabido apreciarlo.
¿Ha dejado muchas historias
que contar en el tintero?
Mi vida está siendo, afortunadamente, larga y, en efecto,
se han quedado cosas en el tintero, pero pienso que las más interesantes
están en un libro que ya tiene muchas páginas y espero
que a los lectores les puedan parecer amenas de leer.
¿Cuál es el recuerdo
más impactante que tiene de su vida como diplomático?
Desde una perspectiva protocolaria, mi presentación de
credenciales a Isabel II, fastuosa y casi teatral o de película.
Desde una perspectiva política la explosión de la Unión
Soviética cuyo último acto internacional presencié
en la OTAN en una reunión aliada con los antiguos miembros del
Pacto de Varsovia a finales de diciembre de 1991 en la que el representante
ruso pidió cambiar en el comunicado la mención a la Unión
Soviética por Federación de Rusia. Yo me quedé
con la banderita de la URSS que estaba delante de la delegación
rusa y que sus miembros dejaron abandonada en la sala de reuniones.
¿La vida del diplomático
ha cambiado mucho desde que usted ingresó en el cuerpo?
Creo que sí. Sociológicamente es menos elitista
en todos los países sin merma de su calidad profesional que siempre
fue excelente en el marco internacional. Además, con la descolonización
tras la segunda guerra mundial se han incorporado muchos países
nuevos a la diplomacia mundial, más que doblando el número
de Estados soberanos antes del citado conflicto. Por otra parte, en
el caso español ha habido una enriquecedora incorporación
de las mujeres en nuestra Carrera al igual que en otros países.
Los diplomáticos españoles en activo son algo menos de
un millar y es una cantidad escasa para las necesidades internacionales
que tiene España. Otros países con menos población
tienen más diplomáticos. Son los nuestros buenos profesionales,
bien formados y han sabido adaptarse a los medios modernos de trabajo
y a la labor siempre compleja en los organismos internacionales donde,
sin embargo, debiéramos de liderar más, pero eso es una
decisión política de nuestros gobiernos y, a veces, me
parecen faltos de ambición.
¿Está de acuerdo con
el dicho "Un país que ignora su historia está condenado
a repetirla"?
Desgraciadamente así es. La juventud de hoy en día
no me parece que sabe bien nuestra Historia y por ello es fácil
para algunos manipularla, centrarse solo en unos temas y no en otros,
tener una visión triunfalista de ciertos pasados sin ningún
sentido crítico. El interés por la política me
parece necesario porque es la que gobierna nuestra convivencia y proyecta
nuestro futuro, pero me preocupa que las nuevas generaciones no conozcan
bien nuestro pasado, tanto el reciente como el más lejano, porque
todo lo que ocurre a diario tiene raíces históricas.
¿Qué le pide a la vida?
Poco. Siempre hay que buscarse la vida uno mismo. Si acaso, hay
que pedir "pan, amor y suerte", y yo pienso que no me puedo
quejar. Pero, como dice el chiste, si quieres que te toque la lotería,
antes hay que comprar un décimo.
¿Con qué personaje histórico
se iría de cañas?
Pues con dos mujeres y dos hombres: nuestra Isabel la Católica
porque tenía un proyecto claro de país y con Isabel I
de Inglaterra, una maestra en supervivencia política y personal.
Los dos hombres serían De Gaulle, un conservador que forjó
la Francia actual, y Roosevelt, un progresista que rescató a
EEUU de la Gran Depresión y los puso en suerte para ser una gran
potencia mundial. También me hubiera gustado conocer a Einstein,
Carl Sagan y Schrödinger con su gato cuántico. La cosmología
siempre me ha atraído y considero que los físicos son
casi los verdaderos filósofos de hoy en día. En el marco
español, he tenido un trato agradable con Juan Carlos I, un gran
Rey para España, como su hijo Felipe VI, con González,
del que ya he comentado antes, y con mis venerados Paco Ordoñez
y Narcís Serra con los que trabajé directamente, sin olvidar
a Javier Solana, un "Mister Europa" (y OTAN) añorado.
Coleccción LA VALIJA DIPLOMÁTICA, Nº
67
Prólogo. Por Emilio Contreras
566 páginas 20€
I.S.B.N: 978-84-18997-81-5