¿Puede explicarnos el título de tu último poemario
¿Y quién
es el que canta? y la esencia del libro?
Siempre he creído que el poeta es un intermediario que sirve de cauce al
manantial del que nace la poesía que, como todo río, discurre a
su antojo. A veces es agua remansada, serena; a veces turbulenta, reivindicativa
de su territorio. Depende del grado de percepción que el poeta, humano
al cabo, tenga en el momento de sentirse anegado por esta emoción, a la
que atribuyo vida propia. De ahí el interrogante con el que titulo el poemario,
que a la vez es el verso inicial de uno de los poemas del libro; ¿cómo
una persona puede transmutarse y pasar de la normalidad cotidiana al proceso creativo
si no hay una fuerza exterior que lo empuja?
¿La esencia de este libro,
me pregunta? Todo es una constante búsqueda; un buceo interior con el que
pretendo llegar a los orígenes de esta humana condición que nos
sustenta y desde la que estamos condenados, obligados, limitados, a formar parte
de un proceso vital al que llegamos sin libro de instrucciones.
¿Qué le da la poesía frente a la narrativa?
En la poesía me siento cómodo.
Digamos que es la válvula espiritual por la que me regulo. Puedo caer en
la prosa poética, pero la narrativa está lejos de mi interés
como escritor; como mucho el relato corto. No sé, creo que la narrativa
necesita una técnica que escapa a mis posibilidades.
¿La poesía es hija de la inspiración o del trabajo?
Yo diría que la poesía es más
bien madre: una madre que te brinda todas sus calidades afectivas, que te pone
en el lugar que te corresponde para que comiences tu andadura. A partir de ahí,
todo dependerá del ejercicio, del propio desarrollo, de la entrega, de
la búsqueda, del deseo
Si vuelvo la vista a mis primeros versos
veo que, efectivamente, la evolución es fruto del trabajo, pero la esencia
está en aquellas primeras sensaciones que hoy no hubiera escrito.
¿Qué concepción tiene de la poesía?
¿qué meta debe alcanzar este arte y qué puede cambiar?
Si pregunta a cada uno de los que escriben
le darán una respuesta distinta. Es decir, la poesía puede ser desde
"Una herramienta cargada de futuro" a un tirabuzón endecasílabo
sin otra pretensión que la estética.
En el arte en general no
hay metas. En la poesía, mucho menos pues nace de unos resortes meramente
emocionales. Sí creo, y esto es sólo un deseo, que la poesía
debería servir para el entendimiento: parar guerras, saciar hambres, restañar
heridas. Pero como ve sólo es un deseo utópico.
¿Qué consejo daría a los jóvenes poetas que están
empezando?
Aquí no valen los consejos. Uno debe ser fiel
a su intuición, a su interpretación del camino. Si uno cree que
es poeta, adelante. No hace falta que lo crean los demás. Otra cosa es
entrar en movimientos, tendencias, generaciones etc. etc. que siempre dependerán
de los estudiosos, de los buscadores de resquicios con los que encasillar a quienes
en el momento creativo son ajenos a todas estas interpretaciones.
No es un
consejo, por supuesto. Pero lo que yo he pretendido, no sé si lo habré
conseguido, es encontrar mi propia voz. Creo que ese es el camino para todo el
que se inicie en esta inacabable aventura.
Ha logrado numerosos
premios literarios. ¿Cree que esos poemas que le consagraron ganador fueron
tus mejores poemas?
Ni son pocos ni son tantos. Durante una etapa
de mi vida, reciente, y guiado por el consejo de algunos amigos poetas, he participado
en certámenes literarios con más o menos fortuna. Eran buenos poemas,
a qué negarlo, pero no los mejores que haya podido hacer. Los certámenes
son un poco como la lotería: tocan. Cuando me han premiado siempre he pensado:
mi poema no era tan bueno. Cuando no me han premiado he pensado: no era tan malo.
Es decir, en esto influye bastante la suerte: lo que hayan cenado aquel día
los miembros del jurado, el estado de ánimo, las ganas de leer que tuvieran
Indudablemente
el reconocimiento es un acicate para mejorar, para hacerte creer que puedes conseguirlo.
Pero poco más. ¿Cuántos poetas habrá con docenas de
libros publicados en premios literarios que son casi desconocidos para la mayoría?
No olvidemos que la poesía es, ante todo, un arte minoritario.
Ahora,
y salvada la vanidad que todo poeta lleva aparejada a su emoción creadora
(tal vez también influya la edad), soy menos dado a los certámenes.
He llegado a la conclusión de que debo escribir de lo que quiero y como
quiero. Tal vez sea una tardía rebeldía, pero la asumo y me encuentro
a gusto con mi manera de decir. Los buenos o malos poemas son subjetivos en su
interpretación.
Pessoa
decía que "la vida no basta, por eso existe la literatura". Para
usted ¿escribir es una necesidad; y cómo justifica los largos periodos
de silencio?
También
dijo que "el poeta es un fingidor". Me gusta Pessoa. Pero me gusta más
uno de sus heterónimos: Alberto Caeiro. Me gusta su desnudez creadora.
Yo, que no soy Pessoa, lo digo en alguno de mis poemas de manera aproximada: "Canto
en las horas bajas, porque en las más alegres, vivirlas es bastante".
Es decir, la vida, vivida a tope, no necesitaría a la literatura. La literatura
es un invento de desocupados (acépteme la broma).
Y sí, para
mí escribir es una necesidad, como lo es para el borracho su dosis de cazalla,
o para el tahúr la baraja. Como ya dije anteriormente, la poesía
es una válvula reguladora de mi espiritualidad (¿Lo dije así
más o menos?). Y yo necesito mi dosis diaria de recogimiento, de indagación,
de búsqueda. Aunque dada mi profesión, más bien mercantil,
me cueste salirme de un registro al que dedico casi todas las horas del día.
Los
silencios son casi siempre frutos de estados anímicos. A veces son buenos.
Sobre todo cuando empiezas a repetirte. Y en ocasiones el silencio es mucho más
bello que cualquier poema.
¿Cómo
es su propio proceso a la hora de escribir poesía?
Puede que atípico. Al no poderle dedicar unas horas determinadas
o fijas, como sería lo correcto, utilizo el tiempo que puedo robarle a
mi trabajo. Me siento delante del ordenador, que para mí es como la pared
granítica de los primeros emborronadores de cavernas, y me dejo llevar.
Con las nuevas tecnologías es más fácil. Puedo tener, varios
poemas a medias y regresar al que más se adapte al momento por el que atravieso.
Puedo rectificar constantemente. O incluso anular lo escrito en infinidad de ocasiones.
En realidad cada poema que doy por finalizado, no deja de quedarse en intento.
¿Qué poetas son
sus referentes y autores de cabecera?
Por
las razones más o menos expuestas me considero un lector un tanto anárquico.
He leído más bien lo que me ha llegado, aunque en ocasiones haya
buscado a algún autor concreto. Dar nombres siempre será una respuesta
un tanto errática y puede que mentirosa. Desde los clásicos a los
contemporáneos existe una nómina inmensa en la que bucear. Todo
depende del momento.