Ha llegado a las librerías su nuevo poemario Dónde
la muerte en Ámsterdam (Editorial Cuadernos
del Laberinto), un recorrido por ciudades simbólicas, por el
amor, por el paso del tiempo y por la muerte. ¿Qué representa
Ámsterdam en esta hechizante amalgama?
El poemario está dividido en cuatro partes y la última,
Dónde la muerte en Ámsterdam, es la que da
el título al libro. El libro es un recorrido, efectivamente,
por el tiempo, el amor y la muerte. Citando a Heidegger, ser en el mundo,
ser con los demás y ser para la muerte. Allí escribo que
el hombre es camino fronterizo y la poesía franquea esas fronteras,
las recorre, las habita. La frontera del amor, en su cercanía
cautivadora con el otro, y en el lugar habitado y habitable que son
las ciudades; la frontera con el tiempo en el río navegable que
es la vida; y la frontera con la muerte, esa ausencia sin nombre, que
da razón de ser a la vida y le infunde todo el sentimiento trágico
y la aureola dorada de nostalgia y melancolía.
Ámsterdam era la última ciudad en el camino vital y poético.
De ella surge la pregunta que también está presente en
el resto de las ciudades y del poemario, la pregunta sobre la muerte,
esa ausencia sin nombre, que, hemos dicho, da razón de ser a
la vida del hombre. La muerte está presente ya en la primera
parte, en el binomio amor y muerte, y desde el primer poema, Era
un anochecer de agosto, en el que los ojos del amado compiten en
su misterio y en su atractiva promesa con los de la muerte.
¿Cuál es el trasfondo central de este nuevo episodio
poético? ¿A qué se debe esa pregunta que es el
propio título del libro?
La pregunta Dónde la muerte en Ámsterdam
remite a uno de los grandes tópicos de la literatura; es este
el Ubi sunt? ¿Dónde están aquellos que han
vivido en otro tiempo y dónde se esconde la muerte, personificándola,
la muerte y los muertos? Es la pregunta que suena reiteradamente, por
ejemplo, en las Coplas a la muerte de su padre de Jorge Manrique cuando
dice:
¿Qué se hizo el rey don Joan? / Los Infantes de
Aragón / ¿qué se hizieron? / ¿Qué
fué de tanto galán, / qué de tanta jnvjnción
/ que truxeron? Y en esta otra, Tantos duques excellentes,
/ tantos marqueses e condes / e varones / como vimos tan potentes, /
di, Muerte, ¿dó los escondes / e traspones? (Ortografía
siglo XV).
Este tópico, el Ubi sunt?, no han dejado de cultivarlo
poetas en las distintas literaturas y tiempo.
Una parte de Dónde la muerte en Ámsterdamestá
centrada en los viajes, en ciudades como Madrid, Bilbao, Sevilla, Valencia,
París, Burdeos, Nantes o Lisboa, entre otras. Y además
usted misma nos recuerda en el epílogo que Es el hombre
camino y es frontera, territorio fronterizo. ¿Es su poesía
un recorrido o un mirar atrás desde el camino?
En el epílogo escribo, efectivamente, que La
vida del hombre es camino, camino que ha de hacerse; que es misterio,
sueño, tiempo... y que, al cabo, como pensaba Novalis,
la vida del hombre es metáfora.
Como ya he dicho en otro poemario, el viaje, metáfora de la vida
como camino y búsqueda, es el medio idóneo para franquear
lo desconocido y acceder a la otra cara de la realidad.
No es necesariamente un mirar atrás. Azorín, uno de mis
escritores revisitado, dijo que todo es presente; que No hay más
que un plano del tiempo, y en ese plano presente siempre
está todo. Junto a nosotros presentimos como presentes el pasado
y el futuro. Él nos habla de la sensación de una
eternidad presente, en la que todos, los muertos y los vivos, estaríamos
a la par, viviendo el mismo tiempo, siendo uno y otros todo, o
no siendo nadie nada. Esto es esperanzador; es muy grato para
mí leerlo y sentirlo, y creo que lo podría ser también
para los demás.
Recordemos aún a Antonio Machado quien escribió que la
poesía es la palabra esencial en el tiempo.
Otra parte, la más corta en páginas, pero una
de las más intensas, la sitúa en Daimiel, donde rememora
su infancia. ¿Es de nuevo un guiño al tema eterno del
paso del tiempo?
Los poemas de Daimiel surgen de un cambio de actitud
vital, resultado de un haber transitado por las distintas etapas de
la vida: infancia, adolescencia, juventud, madurez... En la última
etapa se ha pasado de la acción a la contemplación. En
un poema no publicado aún, pero que pertenecería a este
mismo ciclo, se dice:
Han pasado hombres y cosas. /Y tras tanto festivo estruendo, /
tras tanta alegría gozosa, / tras tanto rumor compartido, / una
persona sola en la casa / vela, sueña este sueño y trabaja.
De la alegría festiva de haber habitado esa casa en anteriores
etapas y cuyas paredes parecen guardar un eco de otrora, surge el vacío,
la ausencia del escenario habitado y de aquellas personas que lo habitaron,
y la meditación o la contemplación.
Los actores hace tiempo que hicieron mutis por el foro,
se dice en otro poema también inédito, y alguien,
solitario entre papeles, escribe y sueña.
Esta parte incluye también un poema eminentemente descriptivo
titulado Tablas de Daimiel.
Su obra está teñida de referencias literarias.
No olvidemos que usted ha sido profesora de literatura. ¿Cuáles
son esas obras fundamentales o clásicas que no deja nunca de
recomendar, y, por favor, amplíe también la recomendación
a algún autor actual?
Citaría a unos escritores, fundamentalmente novelistas,
Marcel Proust, Dostoievski y Kafka; por parte de los españoles,
Cervantes y Baroja. En cuanto a poetas, Pessoa, Baudelaire, Antonio
Machado, Cernuda...
Recomendar a un autor actual es difícil. Hay que tener presente
la perspectiva que concede siempre el tiempo. En estos momentos estoy
leyendo una novela de Alberto Moravia, La vida interior, una
obra incómoda y desenfadada, y la recomiendo. Y ya que hablamos
de escritores italianos, siempre, Pavese.
¿Qué logra con la poesía que no tiene
la novela negra, género que cultiva con gran éxito?
Poesía y novela requieren una distinta actitud vital,
además de, por supuesto, una distinta técnica, estructuración
formal y temática. Ambas discurren por mí como si me atravesaran,
como si, más que el ejecutor, yo fuese un medio a través
del cual pudiesen suceder cosas. La novela necesita una continuidad,
un método de trabajo diario como el de un pintor, como el de
un artesano. No así para mí la poesía. La poesía,
en determinados momentos, como sucede con el amor, me exalta. Por eso
se habla de inspiración. Me asalta, especialmente, en el viaje,
en el camino (Mi poesía quizás sea, en este sentido, una
poesía de viaje desde el camino), en el amor, en la rememoración
del tiempo pasado, en la indagación del misterio y de lo desconocido
frente a la falsedad de la realidad, en la contemplación del
instante, buscando en este por medio del lenguaje la perpetuación,
una difícil eternidad.
¿Qué le pide a la vida?
A la vida le pediría que sea piadosa conmigo. Quizás
sea pedir demasiado.
Acaba de llegar a las librerías su nueva obra El
mundo entero pasa por Marsella, ¿qué se encuentra
el lector tras este título tan literario y original?
Se encontrará tras los pasos de André Dreujou,
un adolescente al margen de la sociedad y de los valores imperantes.
Recorrido el suyo que no puede eludir el enfrentamiento a los caminos
de la libertad, en expresión de los existencialistas. El hecho
de que sea un adolescente el protagonista, a la búsqueda de un
camino vital, de un lugar en el mundo, hace que pudiésemos incluirla
dentro de las denominadas novelas de formación, aprendizaje o
iniciación, pero trasvasada en esta ocasión al género
negro. Hay en ella un sustrato de pensamiento, cuyas claves y conocimiento
será un reto para el lector. También encontrará
un estilo literario. Y, por último, un homenaje a esa bella y
singular ciudad que es Marsella.
¿Qué le mueve a escribir novela negra?
Citaría tres elementos que son de mi interés:
La presencia y obsesión por la muerte, que es la gran puerta
que nos queda por abrir y, con ella, el gran misterio de la vida. La
encrucijada entre el bien y el mal y, por tanto, la búsqueda
de la verdad y la posibilidad de la crítica social. Y, por último,
un elemento formal, la estructura clásica y cerrada, que recibió
tan gran homenaje por parte del gran escritor Jorge Luis Borges.
El próximo domingo presentará El
mundo entero pasa por Marsella en el Festival de Novela
Negra Getafe Negro, que dirige Lorenzo Silva y que cuenta con un gran
prestigio. ¿Qué supone participar en este certamen, cómo
es el encuentro con sus lectores?
Es la segunda ocasión en la que asisto a ese Festival
de Getafe Negro. Ya lo hice en 2012 con la novela Asesinato en
la Gran Vía, también editada por Cuadernos del Laberinto,
y tuve la oportunidad de saludar por primera vez a Lorenzo Silva. Con
relación a la segunda pregunta, el encuentro con los lectores,
tengo que decir que cada vez recibo más sorpresas por parte de
esos desconocidos lectores. Sorpresa y esperanza, pues es a ellos a
quienes, en la soledad de la creación, me dirijo.
¿Cómo logra situarse en la barrera entre el Bien
y el Mal, es este el lugar del que parten todas las emociones?
Sin duda alguna; es la posición y el punto de vista
en el que hay que saber situarse, y es tarea ineludible de la vida de
cada uno. Que la vida no nos la den hecha, que cada uno tenga que hacerla,
tenga que inventarla y de ello habla también mi novela-,
que no haya una naturaleza humana, absoluta y determinante, significa
que la libertad de actuación es irreemplazable y que la responsabilidad,
derivada de la misma, lo sea también; es más, el hombre
está condenado a esa libertad de actuación; es responsable
de cuanto hace. Aquí los existencialistas coinciden con Cervantes
cuando dice que el hombre, cada hombre, es hijo de sus obras.
¿Qué recomendación daría a los
jóvenes que empiezan a escribir?
Que sepan que tienen que recorrer un camino arduo de sinceridad
y de búsqueda de autenticidad, en contraposición a lo
que predomina en nuestros días: la búsqueda del éxito
y del dinero.
En su novela "Asesinato
en la Gran Vía" nos muestra al protagonista, Raimundo,
un personaje excéntrico, que procesa un amor enfermizo a su
esposa, Julia, ya fallecida, que casi podríamos calificar de
necrofilia, dada su afición a visitar tanatorios y esa obsesión
por recrear los últimos momentos de su vida. ¿De dónde
parte esta idea morbosa y cómo fue el proceso de creación
y escritura de la novela?
La novela parte de una motivación
íntima, sentimental, y de este núcleo vivencial irradia,
como diría Freud en su Psicoanálisis del arte,
una sublimación literaria. De esta manera, la vivencia amorosa
y el mundo de los sentimientos adquieren un peso en la obra. Psicologismo,
del que se ha hablado en alguna reseña, al catalogarla de thriller
psicológico, unido a una investigación policial.
Por otra parte, ese amor excesivo, más allá de la muerte,
que es el del personaje protagonista del que usted me ha hablado,
en disonancia con la actualidad, es un amor que podemos tachar de
romántico. En este sentido, la novela "Asesinato
en la Gran Vía" vendría a enclavarse en un
nuevo romanticismo se ha dicho que todos los principios de siglos
se parecen, en contraposición con las circunstancias
presentes, y cuyo "revival", pienso, sería
muy de desear.
Dicho esto, en un espacio físico concreto y recuerdo
que Baroja escribía que, para comenzar a escribir una novela,
necesitaba siempre, entre otras cosas, de la visión de un espacio
físico, en un espacio concreto, repito, atravesando el
puente del Manzanares, antes de la remodelación, veo surgir
en mi imaginación a ese personaje, Raimundo, y yo sigo su caminar,
su vida, averiguo dónde vive, de qué otros personajes
se rodea, cuáles son sus inquietudes, qué obsesiones
le atormentan. Y ello, como decía Henry James, novelista de
mi predilección, que había que hacer con la ficción,
como si se tratase de una tarea histórica. Y la novela va creciendo
y desarrollándose, hasta llegar a las cerca de 350 páginas.
Usted ya había usado otros géneros literarios,
¿por qué en esta ocasión se decanta por la novela
negra?
He cultivado todos los géneros
literarios, a excepción del teatro, aunque gusto mucho del
diálogo y hay mucho diálogo en mis novelas, trasunto
de la manera de ser y actuar, y de la caracterización de los
personajes. Pero desde mi primera novela publicada, "Cenizas
sobre un mar de agosto", en el año 2000, hay un guiño
y un homenaje a la novela policíaca. Pese al asunto, una relación
amorosa entre mujeres, en su acción tiene lugar un suicidio
homicidio; en ella interviene ya un policía, el comisario Óscar
Gómez; pero, sobre todo, la estructura de la novela, cerrada
se desenvuelve en un flash back, es propio de la novela
policíaca, cuya estructura clásica fue tan homenajeada
por Borges. Por lo demás, en ella hay un recuerdo de la novela
de Patricia Highsmith, "Carol", que también
desarrolla una relación amorosa entre mujeres de una manera
policíaca, y de "Entre mujeres solas", del
gran narrador italiano Cesare Pavese.
Tengo que decir también que Georges Simenon, a quien considero
un gran escritor, ha sido para mí quien me ha abierto las puertas
de este género. Sobre él escribí un artículo
titulado "Bajo el signo de la revuelta: las novelas de Simenon.
El sentido de la literatura".
Mi segunda novela publicada, "Ningún camino de flores
conduce a la gloria", pese a toda la literatura implícita
en ella, es ya una novela policíaca. Como tal, fue presentada
en la librería Estudio en escarlata y está incluida
en la página web de Negra y Criminal.
¿Es Madrid en "Asesinato
en la Gran Vía" uno de los personajes de la novela
o situó en esta ciudad la acción por proximidad y conocimiento?
Considero que Madrid es personaje
protagonista de la misma. Hay en la novela un gran poder evocador
de esta ciudad. Y, como antes le he dicho, la acción misma
de la obra y sus personajes brotaron de un espacio físico muy
concreto. De sus calles y de los recorridos que nos brinda surge el
misterio de sus páginas.
¿Cómo valora el despliegue en el mercado de
la novela negra nórdica cree que es una moda o añaden
algo al género?
Le citaría a Henning
Mankell, a quien yo he dedicado un espacio en mi artículo titulado
"Dos momentos de la novela policíaca: "Laura"
y "Asesinos sin rostro" (De la novela psicológica
a un nuevo asesino anónimo y colectivo)". Allí
escribía sobre cómo "Asesinos sin rostro",
del citado autor sueco, presentaba nuevos crímenes como resultado
de los nuevos movimientos sociales de inmigración, de masas
de refugiados en demanda de asilo político, en Suecia, su país
de origen. Y es que tarea y función social del escritor, como
decía el gran poeta Fernando Pessoa, es analizar la realidad
social y criticarla.
Aparte de la novela, cultiva la poesía. Ha publicado
los libros de poemas La mirada asombrada, Caducidad de lo real
y Poemas de viaje; y ha sido incluida en antologías
como Mujeres y café, Enésima Hoja, Atlas poético
y en Homenajes publicados por el Ateneo de Sevilla, entre
otras. También ha sido traducida al italiano y recibido premios
por ello. ¿Qué le aporta la poesía que no tendría
la narrativa?
Escribo, siempre que tengo libre una mañana, la
novela que en cada momento tenga entre manos. Pero mi relación
con la poesía es distinta. La poesía fue el género
que me visitó en primer lugar, siendo niña, y después
he seguido cultivando. Ahora escribo poesía cuando literalmente
me asalta; y yo le agradezco mucho que me siga visitando y no me haya
abandonado. Unos cuantos versos pueden atesorar en sí muchas
páginas de una novela.
¿Qué es poesía?.
Los surrealistas decían de ella que era el asalto de
fuerzas irracionales que, rendidas, vendrían a posarse delante
del hombre.
Bécquer establece una diferencia entre la poesía, que
no ha de morir, y el poeta, "invisible / anillo que sujeta
/ el mundo de la forma /al mundo de la idea"; o vaso de "perfume
misterioso", "desconocida esencia".
La poesía es una revelación, una revuelta, por cuyo
medio, y a través del lenguaje, se abre una fisura en la realidad
y nos descubre la falsedad de la misma.
Antonio Machado la definía como la palabra esencial en el tiempo.
Yo diría aún que la poesía salta sobre el precipicio
del tiempo y nos conduce, franqueando lo desconocido, a un más
allá atemporal.
¿Cuáles
son sus planes literarios? ¿En qué está trabajando?
En una nueva novela policíaca,
que, por cierto, llevo bastante avanzada, compaginándola con
la poesía, a quien le concedo siempre la atención debida,
cuando, como antes he dicho, consigue derribarme, literalmente asaltándome.
Madrid, 20 de noviembre de 2013
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